Hace dos años en esta columna hablaba de batracomiomaquia de los dominios. Esos sucesos ridículos continúan, pero se han agregado otros, aún más complicados y a menudo farsescos. Los traficantes de dominios parecen presas de la desesperación. En la creciente inundación de spam se multiplican las ofertas de dominios a 14 u 11 dólares.
Parecía que los nuevos top level domains serían quién sabe qué fantástica solución. Hasta ahora han tenido escasísimo éxito. De la domain survey mundial (de la cual aquí hay una reciente actualización) resulta que hay 8.000 hosts internet activos sobre .biz y 5.600 .info (respecto a un total de 162 millones de hosts de los cuales, por ejemplo los .com son 43.800.000, .net 56.600.000, .edu 7.400.000, .es 1.700.000, .mx un millon, .ar casi 500.000 lengua española casi cuatro millones). Para los otros nuevos TLDs los números son infinitesimales: poco más de 100 .name y .coop (menos de 10 en el caso de .aero, .museum y .pro).
En suma, son pocas las registraciones de dominios en las nuevas categorías y aún menos las empresas (u otras organizaciones) que los usan.
No es fácil calcular cuánto dinero ha sido derrochado en la sarabanda de los nuevos tlds (habían sido propuestos unos doscientos, se aprobaron siete) pero se trata de varios millones de dólares. A propósito de derroches y de soluciones equivocadas, véase Il paradosso della tecnologia.
¿Nimiedades? Sí, pero no para los abogados y para las oficinas legales de las empresas. Sobre estos insignificantes territorios se combatieron furibundas batallas. Con consecuencias muy bizarras, incluidos los conflictos de competencia en los cuales un tribunal decide una cosa mientras un ente encargado de dirimir las disputas establece otra cosa.
Hay historias pintorescas. Para dar un solo ejemplo: Pipo Inc registra el dominio pipo.biz. Pero es acusada por Wanna Inc, que tiene un producto llamado Pipo. Wanna acusa a Pipo de querer usufructuar la notoriedad de su Pipo para vender juguetitos (cosa que Pipo Inc, por la naturaleza de su actividad, no tiene motivos para hacer pero podría, si quisiera, con alguno de los dominios pipo ya registrados a su nombre y nunca protestados). Luego de infinitas complicaciones resulta que pipo.biz no es asignado a ninguno de los dos contendientes, y en cambio queda provisoriamente en manos de un traficante, que (inspirado en los temores maníacos de Wanna) improvisa (con escasísimo éxito) un negocito online de juguetitos pipo. Se podría contar muchas otras historias no menos estúpidas.
Porque sucede, o puede suceder, de todo es preciso aclarar que, aunque el caso es real, los nombres son de fantasía. Pipo y Wanna aquí son nombres totalmente imaginarios y nada tienen que ver con cualquier cosa en el mundo que de verdad tenga un nombre de ese tipo.
Hay casos, por otra parte, en el cual alguien no estuvo bastante atento. Como una seria organización (para nada inexperta en el uso de la red) que distraídamente ha dejado caducar uno de sus dominios y ha visto cómo se lo arrebataba un mercader de imágenes explícitamente sexuales.
En la desesperada búsqueda de algo para vender, a algunos traficantes se les ocurrió la idea de ofrecer a los chinos dominios con el sufijo .us (poco usado en los Estados Unidos). Visto que los chinos no mordieron el anzuelo, se pusieron a ofrecerlos a medio mundo. ¿Resultado? Nada. Hay casi 1.900.000 hosts sobre el dominio .us pero el número no ha aumentado luego del intento de venderlo fuera de los Estados Unidos.
También es escaso el uso de TLDs basados en un significado atribuido a la sigla. Por ejemplo hay 7.800 hosts .tv muchos para Tuvalu, un minúsculo archipiélago en la Polinesia, pocos para las emisoras televisivas de todo el mundo. Son 5.300 los .ws (Samoa) que quizás algunos usan en el sentido de website. Más numerosos (pero siempre pocos para un uso global) los 20.000 .to (Tonga). Otros improbables intentos de vender TLDs geográficos fracasaron miserablemente. En el caso de .fm (que es de Micronesia pero podría interesar a una emisora radiofónica) hay 670 hosts. Son 129 los .cd (Congo) que alguno deseaba proponer en el sentido de compact disc y 59 los .sr (Surinam) del cual se decía que podría significar senior. Etcétera...
En algunos casos, probablemente, alguno ha ganado dinero. Vender algunos miles de dominios Tuvalu a emisoras o servicios televisivos puede haber producido ingresos por más de ciento mil dólares (no recibidos por los isleños, sino por un broker de los Estados Unidos). Pero casos aislados como éste no cambian el cuadro general.
En suma hubo y hay empeño en el problema del nombre de dominio pero los hechos y los datos confirman que (más allá de una razonable protección contra aprovechadores abusivos en el caso de nombres muy conocidos) el asunto es muy poco relevante.
Entre un sitio (u otra actividad online) que tiene un nombre de dominio temático, y uno que no lo tiene pero ofrece contenidos más válidos, el éxito pertenece al segundo: Amazon no es un nombre que suene como librería (y no existe, aunque alguno lo había propuesto, el TLD .books).
Hay una insistente tendencia (no sólo en la internet) a dar exagerada importancia a toda suerte de apariencias y de tonterías en vez de prestar atención más seriamente a las cosas que cuentan: calidad, relaciones y servicio.