La revancha de la palabra

Una entrevista en Clarín de Maria Copani

5 de marzo de 2000



 
 
Para el filósofo Giancarlo Livraghi el lenguaje escrito vuelve por sus fueros con la red. Dice que se habla mal del internet sin conocimiento y que el medio coloca a sus usuarios en un saludable nivel de paridad.



Filósofo, ensayista, periodista. El italiano Giancarlo Livraghi tiene una ventaja: cuando la internet llegó, él ya estaba adentro. Hoy es una de las personalidades más respetadas en su ámbito: el estudio de la red, "no desde la tecnología o las hipótesis fantásticas, sino en sus aspectos humanos y culturales", dice en su casa de Milán.
Usted ha escrito que 70 personas sobre 100 saben qué es la internet pero que sólo el 1% tiene una experiencia...
El fenómeno para mí es el siguiente. Mientras hay cosas que las personas no conocen (y saben que no las conocen), si yo paro a una persona en la calle y le pregunto qué es la internet, responde: "Eh...! ¿Quién no lo sabe?". Eso no implica que la persona sea estúpida. Depende del hecho de que el sistema informativo es muy estúpido. Sobre esto todos hablan, escriben, disertan por televisión y en general no tienen idea de lo que se trata.
¿De qué hablamos cuando hablamos de la internet?
Trataré de darle una respuesta simple, si puedo, porque esto no es simple. La internet es lo que cada uno quiere. No existe una internet. Yo empiezo a decir que fue un error escribir Internet con I mayúscula. No es un nombre propio. No decimos: Calle, Televisión, Diario. No existe un Señor Internet, ni una empresa, con dirección, con puerta. Existe un instrumento que puede usarse de muchas maneras distintas. La cuestión es comprender en qué y cómo le sirve a usted. Tenemos un sistema que pone la tecnología sobre la persona. Debemos invertirlo. Este mecanismo sencillísimo implica un cambio total de perspectiva y hace que el problema de golpe sea mucho más simple. Si a ese mismo señor yo le pregunto: "¿Qué hace con la internet?" y él me dice: "No sé qué hago", es muy simple. Si no lo sabe, no le sirve.
Entonces la internet es sobre todo un instrumento de comunicación...
Diría que es únicamente de comunicación. Y aunque muchos quieran verla como una colección de postales, la internet ha sido la revancha de la palabra escrita.
Además tiene su propia especificidad. Permite cierto protagonismo.
Aquí hay una diferencia importante: la interactividad. Hay paridad de voces. En los medios tradicionales los que hablan son los otros; aquí somos pares.
¿La internet no está también convirtiéndose en un refinado método comercial para crear necesidades falsas?
No. Esto es un fenómeno gravísimo que no es creado por la internet. Hay un fenómeno totalmente perverso, una espiral del absurdo que crea máquinas cada vez más potentes, cada vez más caras, que no sirven absolutamente para nada. La information technology es un mercado loco. Creo que esta perversión es un obstáculo para el desarrollo de la red. Porque yo deseo enviar correspondencia a mi hermana que está en Buenos Aires y me dicen que para hacerlo tengo que comprarme una máquina de 1.200 dólares y debo hacer operaciones muy difíciles: apretar botones, plug and pray. Ese es un elemento disuasivo. Es muy complicado; no funciona y es caro. Es como usar naves espaciales para ir al cine.
Se dice que habrá una nueva brecha social, entre infopobres e inforricos.
¿Usted qué piensa al respecto?
Que es un desastre y que debería hacerse algo. En 1997, en la Declaración de Bonn se expresó un concepto interesante: el de los "Information-Have-Not". En el mundo de hoy el elemento que sostiene el sistema no es más la agricultura ni la industria sino la información. Y así como hay personas que tienen o no tienen dinero, o asistencia médica, o libertad política, hay personas que tienen o no tienen información. La condición de "no poseedor de información" es una condición de privación grave. El 98 por ciento de la humanidad no tiene posibilidades de acceder a la red. Que esto quede reservado a los más ricos o a los más educados producirá una catástrofe social. Es como cuando pocos sabían leer y escribir.
En la era internet, ¿cómo influye la hegemonía de los Estados Unidos en la identidad cultural?
El dinero está todo en los Estados Unidos; las tecnologías son casi todas americanas; el inglés es la lengua internacional. La hegemonía es fortísima. Yo diría por voluntad nuestra, no por maldad de ellos. La situación sería cómica si no fuera trágica: no se debe a la voluntad imperiosa de los patrones, que sin duda están contentos de mandar, sino que se debe a la servil imbecilidad nuestra. De todos modos sabemos cuál es la segunda lengua de la red: el español. Estamos hablando de 500 millones de personas que hablan español.
Usted sostiene que las relaciones en la internet son tan profundas como las reales. Esa opinión es contraria a lo que se piensa normalmente. ¿Puede explicarla?
¿Por qué una relación por carta, por teléfono, por paloma mensajera, es real y por red no es real? Para mí es falsa la premisa. Se conocen dos personas reales que se comunican. Esto tiene el mismo nivel de realidad o irrealidad, de capacidad de comprenderse o no, de amistad o conflicto que cualquier otro medio. No hablo con un androide; hablo con una persona.
En un artículo llamado El alma y el cuerpo usted dijo que las relaciones estaban invertidas en la internet: primero se conoce el alma y luego el cuerpo.
Cada medio tiene su singularidad. Aquí el mecanismo se invierte. Ya no es el habitual, donde primero se recibe el impacto físico y después se ve qué hay adentro. Aquí se ve primero el interior y después el exterior. Y por otra parte, cuando después de estar dialogando un tiempo con una persona, la veo, probablemente también mi manera de verla es distinta. La impresión física ya está condicionada por un conocimiento interior. Sucede a veces que el encuentro físico es destructivo. Y hay casos en los que no.
¿Cuál es la potencialidad de la internet que le interesa más?
Ya se puede apuntar a sanar a alguien, a resolver un problema grave. Pero no subestimemos a los que juegan, a los que bromean. Dejemos que la gente ría, que tenga sexo, se enamore y se case. Ese es el tejido fundamental sin el cual luego el acto heroico resulta imposible.




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