En diciembre, leyendo un artículo publicado en Puntonet (una interesante revista online, con sede en Buenos Aires, que sale en dos idiomas, español e italiano), he descubierto que la Unión Europea había proclamado el 2000 año de la internet. Me sentí un poco en culpa por mi ignorancia pero parece que casi ninguno se hubiera enterado. No es la primera vez. Desde hace seis o siete años se repite la misma historia: alguien declara que está por comenzar el año de la internet. Después nadie lo recuerda... y el año siguiente se recomienza. ¿Qué sentido tiene? Poco. Nunca existió ni existirá el año de la internet por el simple motivo de que no se trata de un evento de breve período. La internet existe desde hace más de veinte años y no es una cosa efímera. En un modo u otro, seguirá estando, seguirá creciendo, se volverá una parte habitual de nuestras vidas.
El comisario europeo Erkki Liikanen ha sacado conclusiones observando que la difusión de la red ha aumentado en toda Europa. Lo sabíamos. Y que el comercio electrónico no levanta vuelo. Sabíamos también esto; pero es interesante que comiencen a darse cuenta incluso las autoridades europeas.
Si probamos a sacar conclusiones sobre el año dos mil, la constatación más sorprendente es la falta de novedades. La red continúa creciendo, pero esto no es un hecho nuevo. Cada dos o tres días alguien anuncia una novedad revolucionaria, que no tiene efecto alguno (o bien que genera sólo un poco de inútil confusión). A menudo las novedades son ideas viejas rebarnizadas para hacerlas parecer nuevas. En el marasmo de las seudo-innovaciones es cada vez más difícil distinguir cuáles son las cosas útiles (viejas o nuevas) y cuáles son para tirar en el ya desbordante depósito de los bidones.
Deberíamos entender que la internet no es una revolución. Las revoluciones tienen vida breve. En pocos años fracasan o se transforman en algo distinto de lo que los revolucionarios tenían en mente.
Una revolución duradera fue la de los Estados Unidos de 1774-76 (está en vigencia la constitución de 1787). De hecho no fue una revolución, sino una guerra de independencia.
Una tesis que se está difundiendo cada vez más en el plano cultural (pero hasta ahora con escasas aplicaciones prácticas) es que la internet es un sistema biológico; y que se desarrolla por evolución, no revolución. Lo cual no significa que su desarrollo sea lento. Una evolución puede ser más o menos veloz, según las circunstancias y las fases; lo que regula los tiempos y los modos es su natural desarrollo, en relación al ambiente en el cual se encuentra. (Ver Elogio de la lentitud).
Quizás ahora, con el inicio de un nuevo siglo, podríamos dejar de hacer razonamientos de breve período; y comenzar finalmente a construir en la red con toda la paciencia, la constancia y el empeño duradero que son indispensables para producir resultados que no sean demasiado similares a la Efímera ese curioso insecto que vuela, se reproduce y muere en pocas horas. Es verdad que (también recientemente) algunas efímeras nacidas bajo la enseña de la llamada "nueva economía" se tradujeron en un rápido enriquecimiento para algunas personas. Nada nuevo... en cada fase un poco confusa y turbulenta siempre hubo alguno que logra aplicar la antigua receta del "toma el dinero y escapa". Bravo por él. Pero en los libros de los historiadores de mañana, cuando cuenten la evolución de la internet, de esos acontecimientos no habrá huella si acaso en alguna nota a pie de página sobre los aspectos bizarros y pintorescos del acontecimiento.
Quizás no es una mala idea declarar terminado el año de la internet. Y así recomenzar, con frescura de ideas y renovado deseo de comprender. Reencontrando el espíritu de los orígenes, que afortunadamente está vivo y vital y quitando del medio un poco de cáscaras que esconden la verdadera naturaleza de la red.
Buen año uno a todos. Esperamos que nos regale algo verdaderamente nuevo e interesante. Con un poco menos de prisa confusa, un poco menos de navegación sin brújula... y algún minuto más para pensar.
Una cosa cómica es que hace un año se derrocharon tantas energías sobre la falsa noción del nuevo milenio que se olvidó el inicio del milenio verdadero. Lo cual, naturalmente, tiene escasa importancia. Estoy escribiendo este artículo en el año 2000, saldrá impreso en el 2001. La profecía será inmediatamente verificable. Veamos si adivino: no habrá ni catástrofes, ni revelaciones, ni eventos extraordinarios. La noche del 31 de diciembre de 2000 será una noche como cualquier otra.