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¿Una red de analfabetos?


de Giancarlo Livraghi gian@gandalf.it


Diciembre de 1998 – Versión al español de Marco Bellonzi





Hace tiempo me comentaron una cosa alarmante. Parece que, en una de tantas transmisiones televisivas en las que se dicen cosas raras y absurdas acerca de nuevas tecnologías, un profesor (cuyo nombre desconozco) dijo que las nuevas generaciones, acostumbradas a la televisión y a los videojuegos, han perdido la capacidad de imaginar, es decir, de proyectar mentalmente, al leer un libro, ambientes, situaciones y personajes.

He intentado informarme. He hablado de ello con psicólogos, profesores y chavalines. Por fortuna parece que esa espantosa hipótesis es infundada. Aquel profesor es uno de los muchos imitadores de Martina la Santurrona, de quien hablé en el primer artículo de esta serie hace ya más de dos años.

Pero aquella hipótesis, aunque falsa, me ha inducido a reflexionar. ¿Nos arriesgamos a caer en una "cultura de la imagen" tonta y superficial, que destruye toda profundización? La respuesta, desgraciadamente, es que ya estamos dentro desde hace mucho tiempo, y existe el riesgo de que también las redes telemáticas corran la misma suerte.

Quisiera aclarar que no tengo nada en contra de la comunicación por imágenes. Es uno de nuestros modos naturales de expresión, es una forma de arte que puede ser estupenda. Hasta puede ser útil en pequeñas cosas prácticas, por ejemplo, un semáforo funciona mejor con señales cromáticas que con palabras.

Sin embargo todos los lenguajes funcionan si se usan bien ( y para lo que fueron diseñados). Hace diez mil años o más nos comunicábamos por imágenes y sonidos más o menos articulados. Poco a poco las imágenes se volvieron ideogramas, que después se transformaron en alfabetos....en fin, hemos aprendido a escribir y a leer. ¿Y ahora nos quieren obligar a desaprender?

Generalmente no tengo nada en contra de la televisión. Como todos los medios, si está bien usada es útil, interesante y divertida. Pero muy a menudo se usa para atontar, para banalizar a través de las imágenes, personajes o posturas, conceptos que deberían ser explicados un poco mejor.

La internet, en sus primeros veinte años, ha sido la revancha de la palabra escrita. Utilizada para informar, expresar opiniones, dialogar; hasta para construir mundos mágicos como los MUD en los que se inventan ambientes y personajes más o menos fantásticos.

Después llegó una nueva tecnología: HTML, World Wide Web. Un recurso muy interesante: bien utilizado es práctico, eficaz, rico en posibilidades. Ha contribuido mucho a la difusión de la red. Pero muchos "novatos" creen que todo se acaba ahí, y oímos continuamente hablar (en periódicos, en televisión y hasta en aulas universitarias) de la red como si fuera una colección de postales ilustradas.

Leemos cosas extrañísimas... un docente de una importante universidad (que por vergüenza ajena no nombraré) ha declarado a un gran diario que "ahora hay una cosa nueva, el chat". ¿Nueva? Pero ¿dónde estaban estos autodenominados "expertos" cuando pasábamos las noches en los chats (y nos intercambiábamos ideas en listas, forum, newsgroup y mensajes personales) mucho antes de que alguien inventara la telaraña?

Existen grandes empresas multinacionales que "centralizan" cada vez más su comunicación y, como en el mundo hay mil lenguas distintas, han decidido expresarse por imágenes. Mientras sólo nos enseñen un cabello despeinado y luego ya no para vendernos un bálsamo, o un trapo sucio y después blanco para vendernos un detergente... la cosa no es grave. Pero si (como algunos ya hacen y otros están proyectando hacer) intentan suministrarnos por imágenes simplistas conceptos un poco menos elementales, el riesgo es mayor.

En este siglo, en países como el nuestro, hemos vencido casi completamente el analfabetismo, pero la progresiva "homogeneización" de los mass media nos ha metido en un mundo de conformismo, de superficialidad, de modelos e ideas cada vez más estúpidas y repetitivas. La red, en su multiplicidad, es el instrumento más fuerte que tenemos para salir de esta trampa.

No dejemos que nos lo quiten, agrupándonos como ovejas en pocos sitios o pocos grandes "portales" de pasaje y embobándonos con sonidos e imágenes en perjuicio del contenido. De esta forma, la red se transforma en una almadraba.

Sigamos cultivando nuestra autonomía, nuestra capacidad de búsqueda y diálogo personal. Y no olvidemos que el instrumento fundamental para hacer estas cosas es sólo uno: la palabra escrita.




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