Libro de Giancarlo Livraghi – El poder de la estupidez

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Observaciones sobre el poder de la estupidez
de Miguel Ángel Santos Guerra
en su blog El Adarve – 26 junio 2010




Tontos, pero no tanto

Algunas veces tengo la sensación de que nos consideran imbéciles. Los políticos en el poder nos ofrecen explicaciones absolutamente ridículas para justificar las decisiones que toman. Nos sueltan unas mentiras tan increíbles que no se las tragaría ni un niño de cinco años. Durante la campaña electoral nos prometen cosas que son abiertamente imposibles como que se va a construir un puente en un pueblo que no hay río.

Los políticos en la oposición descalifican al Gobierno por su afán de mantenerse en el poder haciéndonos creer que a ellos no les importaría mucho seguir donde están en aras del bien común. Y critican todo lo que se hace y se decide desde el poder con el fin de sustituir a quien gobierna a pesar de que esa postura perjudique los intereses de la ciudadanía.

No todos los políticos son malos. Ni todos son iguales. Decir lo contrario es un ataque frontal a la democracia. ¿Qué es mejor, uno sólo que piense por todos y que decida por todos? Hay que confiar en la política, hay que fortalecer la democracia. Y eso significa que hay que exigir a los políticos razonamientos rigurosos, comportamientos honestos y dedicación ejemplar.

No es de recibo que engañen. Para eso hay que apelar a la honradez de quienes lanzan mensajes. Pero, sobre todo, hay que educar la capacidad de análisis de quienes reciben esos mensajes. Siempre que haya bobos habrá engañabobos, le he oído decir a Manuel Toharia.

Los medios de comunicación nos pasan la realidad por un filtro que venden como riguroso pero que no es más que el tamiz de sus intereses y prejuicios. Los publicistas nos presentan señuelos que parecen diseñados para estúpidos. Los obispos nos amenazan con unas penas presentes o futuras que hacen reír.

¿Qué sucede? Que ellos se consideran muy listos, pero no es de recibo que a los demás nos consideren tontos. Tienen tan buen concepto de sí mismos como lo tienen pésimo de los demás.

Como respuesta a un escrito que he presentado pidiendo explicaciones (no quiero entrar en detalles) por el retraso en ciertas obras, acabo de recibir una explicación en la que se me dice que las cosas se harán “cuando sea oportuno” y de “la manera conveniente”. ¿Me consideran estúpido? Porque esa contestación quiere decir que se harán “cuando nos de la gana” y “como se nos antoje”. Hace poco explicaban un retraso en una compañía aérea atribuyéndolo a “causas operativas”. Yo me preguntaba: ¿qué son causas operativas?

¿Es que me toman por imbéciles? Pues sí, nos toman por imbéciles. Y en algunas ocasiones hemos demostrado que lo somos. Pero, no tanto. Muchas veces hemos aceptado cosas tan imposibles que hemos dado esa impresión. Pero no deberían pensar que siempre vamos a ser tan tontos. Hay muchas personas que pueden considerarnos y tratarnos como imbéciles: los jefes, los políticos, los medios de comunicación, los publicistas, los curas... Y acabamos dando por buena esa tomadura de pelo.

Acabo de leer un libro de Julian Baggini titulado “¿Se creen que somos tontos?”. El subtítulo aclara muy bien el contenido: “100 formas de detectar las falacias de los políticos, los tertulianos y los medios de comunicación”. El autor, que es cofundador de The Philosophers Magazine, escribió antes un curioso best seller titulado “El cerdo que quería ser jamón”. El libro al que hago referencia está cargado de argumentos contundentes, de interesantes propuestas y de ingeniosos ejemplos. Nos muestra con argumentos rigurosos muchas de las falacias en las que solemos incurrir. Altamente recomendable para hacer frente a muchas trampas que son monedas de ley en los tiempos que corren.

El autor hace referencia a engaños reiterados y clamorosos de los políticos, de los tertulianos y de los medios de comunicación. Sin embargo, muchos de los argumentos que utiliza para defenderse de la estupidez nos previenen de cualquier tipo de engaño.

También ha caído en mis manos otro libro, recientemente publicado, que se titula “El Poder de la estupidez”. Su autor es Giancarlo Livraghi, licenciado en filosofía y estudioso en cultura humana y comunicación. Livraghi habla en uno de sus capítulos sobre el círculo vicioso de la estupidez. En él dice: «Donde se impone la estupidez, todo el sistema se torna estúpido». Y añade: «Las estrategia basadas en la estupidez y el engaño son perjudiciales para quienes las practican, pues crean un círculo vicioso que en realidad es una espiral degenerativa».

Los programas del corazón, por ejemplo, tratan de estúpidos a los espectadores, pero estos los siguen viendo, de modo que siguen haciéndose de forma insistente y perfeccionada.

A mi juicio, la finalidad de la educación es ayudar a pensar. No hacer que las personas piensen como nosotros sino que sean capaces de pensar por sí mismas. La persona educada es capaz de descubrir los hilos ocultos que mueven los mecanismos de esta sociedad, de saber que se mueven por intereses, de investigar y descubrir quiénes salen beneficiados de su existencia. Saben también que esos hilos se pueden romper (no están ahí por azar o como fruto de la voluntad divina) y que se pueden instalar otros que responsan a los intereses generales. Educar es un proceso que ayuda a la mosca a salir del cazamoscas.

De algunas actuaciones podría deducirse que no interesa que haya una buena educación. De otras que sería bueno reducirla a un simple mecanismo de domesticación o de indoctrinación. Educar es enseñar a pensar. No está en nuestras manos el evitar que nos quieran engañar, pero sí el no ser engañados. Dice Oscar Wilde que «no hay más pecado que la estupidez».

Miguel Ángel Santos Guerra




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