Libro de Giancarlo Livraghi – El poder de la estupidez

estupidez


Recensión en Bitácora de opinión y cultura
9 agosto 2010




El poder de la estupidez
(crítica del libro)


El poder de la estupidez”, de Giancarlo Livraghi, es un libro peculiar pues muy pocas obras tienen por objeto estudiar la estupidez. El autor nos invita a conocer el peliagudo mundo de la estupidez llevándonos de su propia mano y de la de diferentes personalidades.

Mientras que las primeras partes del libro nos presentan la estupidez junto a diversos aspectos relacionados con la misma y la forma de reconocerla, las últimas partes resultan de gran utilidad al proporcionarnos una serie de herramientas para evitar la estupidez y/o mitigar sus efectos deletéreos.

Lo mejor del libro:

  1. Está escrito en un lenguaje claro y conciso, y las explicaciones son sencillas. Ello hace que este libro sea asequible a casi todos los públicos.

  2. Es innovador con respecto a otros tratados de la estupidez, al afirmar que ésta es universal y está presente – en mayor o menor medida – en todos los individuos. Es decir, cualquiera de nosotros podemos caer en la estupidez dependiendo de la situación en la que nos encontremos.

Lo peor del libro:

  1. El tratamiento de algunos temas parece insuficiente. Da la sensación de que su exégesis se queda corta.

  2. En ocasiones aparecen pequeños errores gramaticales, quizás debidos a la traducción desde el italiano al español.

Calificación personal: Entre 0 y 10 (siendo el 0 un libro pésimo no recomendable y el 10 uno excelente altamente recomendable) le adjudico una puntuación de 7.




El poder de la estupidez
Frases y párrafos destacados


Robert Heinlein: no subestimes nunca el poder de la estupidez humana.

Robert Sternberg: [la estupidez es un tema] que la inmensa mayoría de las teorías psicológicas, incluidas las teorías de la inteligencia, parecen pasar por alto. El mundo apoya con muchos millones de dólares una industria de la inteligencia y la capacidad investigadora, pero apenas dedica nada a determinar por qué esta inteligencia se derrocha al realizar actos de una estupidez pasmosa increíble.

Lo inquietante del hecho es que las idioteces más absurdas, si se repiten con frecuencia necesaria, pueden ser ampliamente aceptadas como “verdad”. ¿Cuántas cosas que se nos dice que son “ciertas” son igualmente falsas?

La Navaja de Hanlon: no atribuyas nunca a la malicia lo que se puede explicar adecuadamente con la estupidez.

La estupidez, la miopía y la ceguera mental rigen el mundo. Visto por un observador del espacio remoto, podría ser muy divertido. Pero como habitante de este planeta, no consigo verle la gracia por ningún lado.

Otra enfermedad descrita por Parkinson es la “ingelitencia”, el acceso a los puestos de autoridad de personas que sienten celos ingentes del éxito ajeno al par que se caracterizan por la incompetencia. Según el autor, reconocemos a la persona ingelitente por la terquedad con que se esfuerza por expulsar a todos los que son más capaces que ella misma.

Scott Adams: las personas menos competentes y menos inteligentes ascienden a los puestos donde menos daño pueden causar: la dirección.

Carlo M. Cipolla: una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.

Resulta obvio que las personas responsables y generosas, por regla general, son conscientes de su comportamiento; las malintencionadas y desagradables saben lo que hacen, e incluso las víctimas más frágiles se dan cuenta de que algo no funciona del todo bien... Pero las personas estúpidas no saben que lo son, y esa es una de las razones por las cuales resultan extremadamente peligrosas.

Primer corolario de Livraghi: en cada uno de nosotros reside un factor de estupidez que es siempre mayor de lo que creemos.
 
Segundo corolario de Livraghi: cuando la estupidez de una persona se combina con la estupidez ajena, el impacto crece de forma geométrica; esto es, por la multiplicación, no por la adición, de los factores de estupidez individuales.
 
Tercer corolario de Livraghi: combinar la inteligencia de distintas personas es más difícil que combinar la estupidez.

Sócrates solía decir: cuanto más sé, más sé que no sé. He aquí una buena razón para creer que era muy inteligente; y mucho más sabio, sin duda, que la mayoría de las personas que creen saberlo todo.

Albert Einstein: lo importante es no dejar de preguntarse jamás. La curiosidad tiene su propia razón de ser. No podemos evitar sobrecogernos cuando contemplamos los misterios de la eternidad, la vida o la maravillosa estructura de la realidad. Basta con intentar comprender una pequeña parte de estos misterios cada día. No hay que perder jamás la bendita curiosidad.

No resulta extraño, pero sí bastante deprimente, ver cómo muchas personas siguen cayendo en las mismas trampas de antaño. La estupidez, así como el perverso arte de beneficiarse de ella, es vieja como la humanidad. La solución no pasa por “hacerse el listo” y unirse a las filas de los timadores. Esto puede resultar bastante peligroso y, a menudo, destructivo para uno mismo: uno de los timos más exitosos es (y ha sido siempre) el del juego de la confianza, en el que el timado se cree que es el timador.

Solemos hablar de “simples” o “simplones” para referirnos a los estúpidos, los ignorantes, los mentecatos que carecen de sensatez. Todavía es muy común el prejuicio según el cual la estupidez es sencilla, y la inteligencia, compleja. En realidad suele ser al revés. Cuando la inteligencia se presenta de un modo complicado, que cuesta comprender, es que aún no está madura. Para alcanzar la plenitud debe evolucionar a la sencillez.

Vitaliano Brancati: los tontos se aburren porque carecen de una cualidad sutil: el discernimiento. Una persona inteligente descubre mil matices en un mismo objeto, percibe la profunda diferencia entre dos hechos aparentemente similares. Un tonto no los distingue, no discierne. Está orgulloso de su capacidad de creer que varias cosas diferentes son la misma sola cosa.

También en el momento de informar [de la televisión] el panorama sufre alteraciones que lo deforman. Lo que ocurre a diario, pero no vemos, parece no existir. En cambio lo que se ve a través de la lente de una cámara – y que se ha editado de diversas formas – se percibe como algo “cierto”, como si lo estuviésemos viendo con nuestros propios ojos.

Dieter Hildebrandt: solo creemos lo que vemos. Así que, con la televisión, nos lo creemos todo.

John Kenneth Gailbraith: la única función de la previsión económica es hacer que la astrología parezca respetable.

La exploración científica, en constante ampliación, resulta fascinante pero también genera desasosiego. Cuanto más sabemos, menos seguros estamos.

El auténtico progreso – de una sola persona, de una organización o de la humanidad en su conjunto – se basa en dudar constantemente de las certezas aparentes, en tener siempre un inagotable deseo de aprender, de evolucionar, de progresar.

Existen notables instituciones científicas y filosóficas que, supuestamente entregadas a la búsqueda del conocimiento, en realidad se atrincheran en una protección arrogante y miope del privilegio cultural; en otros casos, están condicionadas por intereses muy poderosos: económicos, políticos o académicos.

Ennio Flaiano: solo hay una idea que nos puede aliviar. Se tiende a creer que los necios se solidarizan entre sí. Pero no. Nadie odia más a los estúpidos que otro estúpido. (...)

(...) Quizá sea cierto que los estúpidos no se “solidarizan” entre sí, deliberadamente – o no son conscientes de cómo suman sus efectos – porque ni siquiera saben de su necedad. Pero es un hecho: la estupidez es contagiosa. Y como las personas infectadas no son conscientes de su dolencia, es muy difícil poner coto a la epidemia.

Niels Bohr: predecir es muy difícil, sobre todo el futuro.

Confucio: aprender sin pensar es un esfuerzo baldío; pensar sin aprender es peligroso.

Malcolm Forbes: la gente más tonta que conozco es la que lo sabe todo.

Joan Jiménez: un experto es alguien que es realmente consciente de todo lo que ignora.

Bertrand Russel: el problema del mundo es que los estúpidos tienen una seguridad pasmosa y los inteligentes rebosan de dudas.

El problema es que la estupidez resulta sonrojante. Mientras podemos reírnos de ella, nos sentimos cómodos. Intentar comprenderla, por el contrario, es incómodo y desagradable. Incluso personas con una sana dosis de autocrítica y francamente abiertas a la ironía se sienten inquietas cuando se aborda el tema de los necios. No es fácil aceptar el hecho de que, hasta cierto punto, todos lo somos.

Una forma generalizada de estupidez es la incapacidad – o la falta de voluntad – de admitir errores. No solo ante otras personas, sino incluso, sobre todo, ante uno mismo. El arrojo de decir o pensar “estaba equivocado” no es un mero acto de sinceridad, sino también una forma inteligente de reducir el problema de la estupidez.

Karl Popper: tanto la ameba como Einstein resuelven sus problemas con el sistema de prueba y error, pero lo hacen de un modo muy diferente. La ameba no se da cuenta del proceso y sus errores se eliminan con la aniquilación de sí misma. En cambio, Einstein usa deliberadamente los errores para poner a prueba sus teorías y mejorar su conocimiento.

Milan Kundera: la estupidez nace de tener una respuesta para todo; la sabiduría de tener una pregunta para todo.

La experiencia no crece automáticamente con la edad. Algunas personas viven por muchos años, pero no aprenden nada, más allá de algunos tópicos arraigados en una educación deficiente. Aprender es una actitud activa, una tarea interminable. La curiosidad es de gran ayuda. Muy a menudo, mientras nos esforzamos por entender una cuestión de cierto campo, descubrimos una lección interesante que aplicar a campos muy distintos.

Uno de los conceptos clave de este libro es que los necios más necios de todos son aquellos que creen que lo saben todo y nunca comenten errores.

Escuchar no es solo cuestión de oír y comprender. Se trata de ponerse en el lugar de otro, de esforzarse por ver las cosas desde el punto de vista del otro. No solo tener los oídos y la mente abiertos, sino prestar atención más allá de las apariencias, poseer una empatía genuina y en verdad atenta a lo que el otro tal vez no está diciendo, pero quisiera que percibiéramos.

Si en lugar de pretender que la estupidez no existe en nuestro medio, o de creer que somos inmunes a ella, nos damos cuenta de que está en todas partes, descubriremos también que es más predecible de lo que solemos suponer.

“según Carlos”  



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