Enemigo como soy de cualquier censura o espionaje
en la red, por una vez debo ponerme de parte de quien controla.
Me parece incontestable el derecho de una empresa (como de
cualquier organización pública o privada) de
leer y verificar toda la correspondencia empresarial. Por el
otro lado, es justo que a nadie se le permita interferir en
la vida privada de sus propios dependientes o colaboradores.
¿Cómo se resuelve el problema? Teniendo
separadas las identidades.
Hace ya dos años me ocupé de este problema.
Pero por lo que podemos observar estamos muy lejos de una
solución. Circula mucha correspondencia con
identidades confusas. Hay casos curiosos... una señora
que no conozco se equivoca de dirección y manda
apasionados mensajes íntimos que me arriban a
mí en vez de arribar a su enamorado. Por lo que
respecta a mí, puede estar tranquila: no
revelaré sus secretos de alcoba (y no sé
quién es, porque firma con una variedad de diminutivos
cariñosos). Me pregunto cómo es posible que no
se dé cuenta de que el destinatario no los
recibe...
Pero no se fija siquiera en el hecho de que el correo
electrónico es público e interceptable... y
sobre todo que, al usar una mailbox empresarial, es tan
probable como razonable que sus efusiones sean conocidas por
el administrador del sistema o por cualquier otro en la
empresa que tenga bajo control la correspondencia.
Usar una mailbox empresarial no es como telefonear a casa
desde la oficina para decir esta noche llegaré
tarde. Es como usar el papel membretado de la empresa.
Cosa que obviamente no es correcto hacer cuando se trata de
correspondencia privada. Por eso es necesario que cada
persona, si usa la red para la oficina y también en
privado, tenga al menos dos mailboxes. Y el derecho, si
desea, de usar para la correspondencia personal una clave de
criptografía que no conozca la empresa en la cual
trabaja.
No todos necesitan códigos cifrados.
Por ejemplo, en mi caso... tengo una clave PGP pero no la uso
casi nunca. Porque mi correspondencia es de una naturaleza
tal que no me preocupo si alguien la lee. Pero me pregunto
cuántas empresas mandan por vía
electrónica informaciones que no desearían
revelar demasiado pronto a sus competidores. O que tienen
esas informaciones en computadoras conectadas a la red -con
defensas tan frágiles que no hace falta un "gran
hacker" para que sean leídas.
No deseo entrar en la misteriología del espionaje
industrial... aunque sepamos que algunos sistemas
públicos de control de la red son usados
al servicio de intereses privados (y que algunos softwares
muy difundidos contienen funciones escondidas que los vuelven
inspeccionables online por parte de quien los
produce). Pero un poco de prudencia sería razonable.
No es la seguridad el único motivo por el cual una
empresa no debería delegar jamás a
terceros la gestión de sus sistemas.
Entiendo que no todos puedan tener un servidor propio,
directamente controlado por personal interno. Pero aun cuando
es razonable estar en hosting sobre servicios externos,
¿cuántos piden y obtienen las garantías
necesarias? ¿Cuántos defienden con suficiente
atención la propia identidad? ¿Cuántos se
garantizan la titularidad del dominio, el control del correo,
las defensas contra cualquier interferencia?
Circula un gran deseo de liberarse del
problema aceptando alguna de las infinitas ofertas de
quienes dicen no te preocupes, me encargo yo. Con
el poco brillante resultado de caer en soluciones
prefabricadas e imitativas, que jamás son las mejores.
Y, peor aún, de ceder otro pedazo de la propia identidad.
La internet no es una moda pasajera. Muchas cosas
deberán cambiar, pero la red continuará
existiendo y se convertirá en un instrumento necesario
para todos. Mejor pensar por adelantado en una clara
definición de la identidad. Incluidos los nombres de
los dominios y de las mailboxes.
Para comenzar... en mi opinión cada empresa
debería asegurarse de que no se
usen las mailboxes empresariales para motivos privados.
El costo es marginal... no sólo existen los servicios
"gratuitos", sino que con un gasto insignificante
cada empresa podría regalar a todos una mailbox
personal. Dejo a los técnicos, a los juristas, a los
sindicalistas y a los tutores oficiales de la privacidad la
tarea de establecer cómo se puede impedir que una
empresa inspeccione una mailbox privada cuando alguno la usa
desde la oficina (evitando caer en absurdos enredos
burocráticos; como por ejemplo, una disposición
fiscal alemana que pide que se considere como parte del
sueldo el tiempo transcurrido en red por motivos privados
durante el horario de trabajo cosa que es prácticamente
imposible de medir). Pero si se comenzara a explicar a las personas
que no es correcto usar una identidad no propia habríamos
dado un sustancial paso adelante.