No, no quiero agregar mi pequeña voz al
océano de palabras que circunda los terribles sucesos
del 11 de septiembre de 2001 (y las consecuencias que
seguirán). Mucho más modestamente... me limito
a un tema específico y restringido. Los medios de
comunicación y en particular la internet. Y pido
disculpas a los perros salvajes que no tienen culpa alguna
del significado que damos a la palabra chacal.
Porque de chacales debemos hablar y de una montaña
de necedades y manipulaciones. Desde hace muchos años,
cualquier cosa suceda, se mete en el medio a la internet casi
siempre disparatadamente y casi siempre diciendo cosas insensatas.
Hay quien se ha lanzado a disertar sobre qué medios han
vencido y cuáles han perdido.
No veo cómo podría haber una respuesta sensata a
esta pregunta ni a quién pueda interesarle. Alguien dice que la
televisión ha vencido y la internet no ha funcionado.
No es verdad y el razonamiento es erróneo.
La inmediatez de la noticia corresponde obviamente a dos medios
broadcasting: la radio y la televisión. Es
inútil disertar sobre el hecho de que cada uno hizo su
labor. Si acaso, debemos plantearnos una pregunta terrible:
¿el lanzamiento de dos aeroplanos contra las torres fue
pensado en función de su efecto televisivo? Temo que
haya sido así. Las emisores no podían hacer
otra cosa que filmar y transmitir ese horripilante
espectáculo. Pero ahora deberían
dejar de repetirlo para evitar que se convierta en rutina.
¿La prensa? Es canónico que
debiera seguir con profundizaciones y comentarios. Lo ha
hecho, abundantemente. A veces bien, a veces no. Pero ha
cumplido su tarea. Un día alguien hará un
análisis sobre cómo las noticias han sido
interpretadas y comentadas por varias fuentes en diferentes
culturas y podrá ser interesante. Pero por ahora
no hay más que decir.
¿La internet? Su rol es ser un terreno de diálogo
y de intercambio de opiniones. Hubo una infinidad, y las discusiones
continúan. ¿Hubo congestiones y lentitud? No en lo
más importante: correo electrónico, listas, newsgroups.
Mucho menos importante es lo que sucedió en los sitios web (no
faltaban otras fuentes de noticias). Algunos eran inaccesibles.
¿Por una inmanejable sobrecarga de tráfico? No.
Por incompetencia. Están siempre ultracargados de
adornos inútiles y luego se hicieron
más pesados para copiar a la televisión.
Mucho mejores algunos sitios estadounidenses (como Cnn y Abc)
que pusieron online textos veloces y livianos y así lograron dar
un servicio a millones de personas sin ser atestados.
Es decir, hay quien sabe hacer su trabajo y quien no. Los burros, si
tienen orejas, que aprendan.
Pero hay más. Muchos comentaristas se precipitaron a buscar
una manera de decir que esto es un delito de la era de la internet.
Cosa obviamente falsa y estúpida. Pero se agarran de
lo que sea para seguir diciéndolo. Leemos las cosas
más bizarras. Los terroristas usaban sitios web
para mandar mensajes en código. ¿Por
qué deberían haberlo hecho? ¿A
quién le sirve una hipótesis de este tipo sino
a alguien que está buscando excusas para censurar un
poco de todo, para interceptar, robar, violar la privacidad
de millones de personas por motivos que no tienen nada
que ver con la prevención de los crímenes?
Los sistemas de intercepción no han funcionado.
Las opciones son dos. Quien ha hecho largos y complejos preparativos
de la masacre ha evitado usar instrumentos interceptables
(teléfonos, radio... o la internet). O bien esos sistemas
están tan mal concebidos y administrados que encuentran
un poco de todo, excepto las cosas para las cuales fueron proyectados.
Sin embargo, a posteriori, he aquí los interceptadores
pidiendo aún más poderes (justo en el momento
en el que tienen las manos más libres, porque en un
estado de guerra no se esperan autorizaciones ni
se tienen obligaciones de transparencia). He aquí
varias organizaciones (incluida Microsoft, que no pierde
ocasión de ponerse en la parte equivocada)
precipitándose a ofrecer colaboración.
No sólo por descarado y oportunista protagonismo, sino sobre
todo para tener algún instrumento más con el cual
entrometereseen los asuntos de todos nosotros. Ni siquiera en una
situación como esta se renuncia a aprovechar.
No propongo expediciones punitivas ni demostraciones en las
plazas. Pero recordemos a quienes, en medio de una tragedia,
han tratado de aprovecharla. Evitemos premiar a estos
malhechores la próxima vez que nos pidan creer en lo
que nos dicen, usar sus servicios, comprar sus productos o
dejarnos espiar y censurar. Y llamémoslos con los
nombres que merecen: chacales, necios y desgraciados.
Habremos dado una minúscula, pero no inútil,
contribución para mejorar la civilización de
este planeta mientras reina la barbarie.